Los primeros se sentían a punto de, con un par de
detallitos, culminar su obra de explicar matemáticamente el funcionamiento del
Universo. Poco después la Teoría de la Relatividad y la Física Cuántica
pusieron su mundo patas arriba (y en esas estamos).
Los matemáticos se reían. “Pobres físicos, esclavos del caprichoso
mundo real. En cambio nosotros sólo dependemos de la lógica y ésta es perfecta”.
Y hasta se pusieron chulitos: el gran David Hilbert dijo su famosa frase “la
Física es demasiado importante para que se la dejemos a los físicos”, tenemos
que encargarnos de ella nosotros, los matemáticos.
Pero entonces Kurt Gödel demostró, horror, su Teorema de
Incompletitud: “cualquier sistema que incluya los números naturales (0, 1, 2, 3…)
es incompleto, lo que quiere decir que existen resultados para los cuales no se
puede demostrar ni que sean ciertos, ni que sean falsos”. ¿Perdón? Tal cual, una
puñetera “locura” que llevó a las matemáticas a una crisis existencial que todavía no se ha cerrado a día de hoy.
El 14 de enero de 1978 Gödel murió de inanición. En sus
últimos años tenía temores obsesivos a ser envenenado y no comía a menos que su
esposa Adele preparara su comida. A finales de 1977 Adele fue hospitalizada
durante seis meses y no pudo continuar preparándole la comida. En su ausencia,
Gödel rehusó comer, hasta el punto de dejarse morir de hambre. En el momento de
su muerte pesaba 30 kg.
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